domingo, 1 de abril de 2007

"Ojalá que el Sub 20 argentino sea el hitazo del verano..."


PABLO MOUCHE: UN PIBE QUE LA EMBOCA

El pibe del bailecito con el banderín tras los goles clava el deseo en lugar de la sombrilla... Reconoce que aún falta mucho por andar y que se bajonearon con el arranque fulero.


Dolió el aprendizaje hasta esta danza triunfante, frívola y tribal. Dolió en los tobillos adolescentes, en el alma oscilante de púber, aún con sello del picado barrial, la chicana natural, madre de la picardía. Que te clavo, que te clavo... "Debuté en Estudiantes a los 15... y el dos de ellos era una bestia, un tipo grande, de 30 años. Me dijo: ''Pendejo, la concha de tu madre, ojo con lo que hacés''. Me insultaba, me pegaba codazos. Yo estaba recagado... Apenas entraba a la cancha y ya me había dicho todas esas cosas. No sé si me apichoné... Después te acostumbrás. Te sirve para cuando jugás a otro nivel, como ahora", celebra Pablo Mouche.


Es el día después de la noche que lo catapultó de la cola de los delanteros que esperaban su oportunidad (aguardó, paciente, mientras Abán, Sosa y Di Santo se intercalaron la titularidad; con el Chuco formó un dueto que ilusiona) a llevar la estrella pegada en el pecho: el pistolero de este Sub 20 que respira clasificación, luego de un susto enorme por el comienzo errante. El día antes del último compromiso argentino en la fase inicial, el último paso, también clave, al hexagonal que guarda los cuatro pasajes al Mundial de Canadá y los dos a los Juegos de Beijing.


Y ahí anda Pablito, el hoy pibe de Boca, haciéndole competencia con los flashes a los implacables destellos del sol del Complejo Internacional del Este, cargando con el protagonismo que se ganó por tres goles de alta factura en el 6-0 ante Venezuela. Para desandar ese camino, claro, hicieron falta los Di Martino, el intimidante central en cuestión de ese 13 de junio del 2003, cuando Talleres venció 1-0 al Pincha y un benjamín de apellido Mouche reemplazaba a Pablo Rojas a los 23'' del segundo tiempo. "Uno siempre sueña con hacer muchos goles en la Selección. Que todo le vaya bien a uno y al grupo, que se cumplan los objetivos. Estoy muy contento", dice el joven que destiló frescura hasta en el festejo: usó el banderín del córner como sombrilla, para bailar como en el comercial del hit del verano. Maxi Moralez también hizo lo suyo, peló unos anteojitos 3D luego de su definición. "Lo veníamos charlando con los chicos en la concentración, que si me tocaba hacer un gol lo iba a festejar así. Me pareció divertido. Y se dio en el momento, pensé que si la metía me iba a olvidar, pero no, me acordé en medio de la carrera", señala.


—Pasaste de entrar de a puchitos, a ser la figura.

—Nunca perdí la fe, las esperanzas. Acá vinimos 20 jugadores a intentar alcanzar un objetivo por el que teníamos que pelear todos juntos. Quedamos en que el que se quedaba afuera iba a alentar para que las cosas salieran bien. Me tocó hacer tres goles a mí, y todo el grupo me dio un apoyo bárbaro: los que fueron al banco como yo en los primeros dos partidos y los que entraron a la cancha. Para mí fue muy valioso y lo agradezco.


—Como venía la mano... ¿qué pensaste cuando el arquero te saca la primera pelota al ángulo?

—Si los delanteros pensamos que si el arquero nos tapa una pelota tenemos el arco cerrado, no jugamos más de delanteros, ja. Esa me la atajó muy bien al primer palo: me dije que si tenía otra parecida desde esa posición iba a cruzar el tiro. Tuve la suerte de que me quedó otra en el mismo lugar y entró. Fue bueno hacer el gol temprano.


—¿Qué gol de los tuyos te gustó más?

—El primero y el tercero, el de tiro libre. Fueron los más lindos, pero todos me pusieron feliz. Hacer tres, y en la Selección, no es algo de todos los días.


—¿A quién señalabas cuando festejabas?

—Al masajista Dady (Marcelo D''Andrea). En todos lo señalé a él: es una persona bárbara, que me apoyó mucho. Le había prometido que, si hacía un gol, se lo iba a dedicar...


Otra vez rewind. La imagen frena en los pasitos cortitos en la liga de Tres de Febrero, en el club Ameghino, las medias bajas, una función ajena a su actualidad, más emparentada a la corrida furiosa al defensor en el arranque del match ante Venezuela, para mandarle al lateral una proyección que despertó los aplausos bautismales. "En el baby jugaba de tres. Arrancaba de atrás. Me gustaba bastante, eh. Después un amigo me llevó a probar a Estudiantes y quedé", sorprende, aunque ahora frente al grabador, el veloz atacante que ya había formado parte de la preselección de Tocalli para el Sudamericano Sub 20 de Colombia en el 2005, y al que ese mismo año, Boca le adquirió la ficha cuando apenas tenía 17.


—¿Por eso La Volpe te probaba de carrilero?

—Sí, pero antes que La Volpe lo hizo Hugo, que me había probado varias veces de volante por izquierda. Y en Estudiantes, cuando estaban Lavezzi y Daniel Vega (hoy en Los Andes), dos jugadores de jerarquía, era chico y no tenía tanto lugar en la delantera. Entonces, Blas Giunta me probó de volante, arrancando un poco más atrás. Me ayudó mucho. Aprendés cosas, como ver la cancha de una manera distinta.


—¿Cómo era jugar en la B Metropolitana? ¿Muy distinto comparado con la Primera o con el Sub?

—Sí. Cuando yo estaba en Estudiantes soñaba con jugar en la Selección, jugar en Boca, como me pasa ahora... Y es una alegría enorme. Sí, hay mucha diferencia: en la B no tenés espacios, se juega mucho al pelotazo, a la fricción. Es un juego físico. Jugar en Primera y a un nivel internacional como este torneo, es mucha diferencia. Pero no reniego, fue una experiencia que me sirvió.


—Por ejemplo, para no sentir la presión...

—Me sentí bien. Siempre admito que soy muy ansioso, temperamental. Con la ayuda del cuerpo técnico, los compañeros, la familia, me voy acomodando, me acostumbro a no reaccionar, a estar más tranquilo. Quiero todo ya y muchas veces no se puede. Con el transcurso del partido, de los torneos, con las charlas con toda la gente que me quiere, voy mejorando.


—¿Cuánta tensión se sacaron de encima?

—Mucha. Estamos todos contentos. Por el triunfo que se logró más que por el resultado. Ahora pensamos en Uruguay, que también va a ser un partido duro, importante. Dimos un paso hacia la clasificación, pero todavía queda otro. No tengo dudas de que vamos a pasar de fase y, como lo hicimos siempre, vamos a salir a ganar.


—¿Contra Venezuela fue el partido perfecto?

—El equipo jugó bien. Se estuvo buscando lo que no se encontró en los segundos tiempos de los partidos anteriores. Estábamos mostrando un buen nivel en los primeros tiempos. Y caernos en el segundo nos afectaba, sobre todo en lo anímico. Por suerte éste se nos dio como lo pensamos.


—Cambió la mentalidad.

—Sí, de todo el grupo. Tuvimos cuatro días de mucha tristeza, bajoneados, justo después de la derrota contra Colombia nos tocó el receso. Pero también nos sirvió: nos juntamos varias veces, conversamos, nos dijimos que esto lo sacábamos adelante todos juntos, y se pudo conseguir la victoria que necesitábamos.


—¿Apareció el amor propio argentino?

—Ante Venezuela explotó el plus argentino que tenemos guardadito adentro. Esperemos que no pare.


Dócil, se mueve por todo el frente de prensa. Accede a más imágenes, en la cascada de la pileta, en el salón principal, bajo el tinglado multidestino. Es internacional: en la Cadena Caracol lo entrevistan como a un símil Juan Pablo Pino. A este delantero toda voluntad y potencia (mide 1,76; pesa 76 kilos) nacido en San Martín. Lo sabe: ya no pasará inadvertido. Pablo le agrega su toque a la estrella. Tiene charme. Invita a imaginarse que el bailecito de esa canción esquizofrénica, arena, sol y celulares puede transformarse en el estandarte de la levantada del Sub 20.


—¿Argentina va a ser el hitazo del verano?

—Claro que puede ser el hitazo del verano. Ojalá.