martes, 24 de marzo de 2009

Se Pronuncia Crack






Irrumpió en el Ascenso a los 15 años. A pura gambeta, cautivó a Boca y a la selección juvenil. Una grave lesión lo deja sin nada, pero resurgió y fue clave en el último título. Bianchi lo afrancesó, pero en cualquier idioma la rompe. Esta es la historia del mejor alumno del “Melli” Guillermo Barros Schelotto.

PABLO MOUCHE
Genio y figura.


EN UN MUNDO FASCINADO con la globalización, fútbol y explosión mediática edificaron una relación siamesa. En ese contexto, la camiseta de Boca es el talle exacto de una pantalla líder: caliente, sólida, con la mística ganadora y aun asi, ambiociosa. Lógicamente, la grilla de popularidad está dominada por figuras que son sinónimo de éxito pero, cada día, hay más lugar para las promesas que trepan en el rating a la velocidad de la luz.
Una de esas esperanzas es Pablo Mouche, sinónimo de gambeta y de gol, un formato que ya despierta inquietudes y cajas fuertes en Europa. Aunque, se sabe; y lo sabe este zurdo de 21 años: para recibirse con honores y garantías de la escuela “Xeneize”, el examen hay que aprobarlo “minuto a minuto”
La historia de Pablo tiene cuna en San Martín, pero infancia y corazón en Santos Lugares; con los cordones de la calle Patricios como testigos de sus primeras travesuras. “De chico, hice dos y hasta tres deportes a la vez, como básquet o taekwondo, pero iban desapareciendo de a poco y siempre me quedaba con el fútbol, mi verdadera pasión”, remarca.
Amistad y Ameghino fueron los clubes de papi que se dividieron sus sueños con la pelota. “De Amistad, recuerdo los clásicos contra Alianza y El Triunfo. Eran partidos que se jugaban a muerte. La cancha explotaba. Se vivían como finales. Ameghino era más tranquilo, pero en Escalada había una linda rivalidad, y contra Santa Clara se daban partidos picantes”, recapitula.
El talento de Pablo era una marca registrada en el barrio, al extremo que, pese a haberse mudado a Los Cardales, su DT –el “colorado Oscar”, padre de uno de sus mejores amigos- lo pasaba a buscar antes de los partidos. “jugaba de 3, porque arrancaba desde atrás y le metía para adelante como loco. Era de pasar la mitad de la cancha y pegarle al arco. De delantero no me gustaba, porque tenía poco espacio”, ilustra el hijo de Santiago y de Mónica, ambos profesores de educación física.
El manual de picardías que Mouche desparrama en Primera, forma parte de su ADN, pero tuvo en el Colorado, al maestro perfecto. “Me enseñó muchas mañas, cómo usar los brazos, simular un poquito y hacer calentar al contrario. De grande, lo vas puliendo. Hace poco, un rival me agarraba de la camiseta todo el tiempo; hasta cuando la pelota no estaba en juego. Entonces, en un momento le dije: “Si tanto te gusta, después del partido te la doy (risas)”, confiesa el zurdo, admirador del holandés Robben.
Esas diabluras también grabaron su versión en la escuela de turno. “Era quilombero. Si te digo lo contrario, te miento. Pasé por millones de lugares. Los volvía locos a todos. A mis compañeros les tiraba chicles; y a mis profesoras también. Pero no lo hacía de malo, eh. Ah, ¡Tengo una anécdota que es terrible!
-Contala…
-Primer grado. Clase de Lengua. Estaba insoportable y la maestra me mandó toda la hora al rincón, en penitencia. Yo tenía una de las paletas que se me estaba por caer, y estaba recaliente. Yo soy recalentón, pero mal. La profesora me hizo poner de espaldas a mis compañeros y ahí exploté. Me agarró tanta bronca que me arranqué la paleta y llena de sangre se la tiré y le dije: “Tomá, profe, para vos (carcajadas)” ¡Para qué! Me cagó a pedos, me mandó a la dirección y llamaron a mis viejos. Lo más gracioso fue que tuvimos que ir al dentista de urgencia, je.
La cancha de once visitó a ese Mouche de recreo full time con un traje más sereno, un cambio posicional y una visión. “Me fui a probar a la Novena de Estudiantes de Caseros, por intermedio de un amigo. En cancha grande me hice delantero, porque siempre miraba como jugaba Guille (Barros Schelotto). También me gustaba mucho Saviolita, a pesar de que es de River. Los dos tienen gol, van por afuera, tienen gambeta y son desequilibrantes. En esos momentos, empecé a ver el fútbol como mi futuro”, informa.
Pero, aquella innata rebeldía, también regó positivamente su versión futbolera. Con un 10 en desfachatez, Pablo hizo su presentación en sociedad antes de la primera afeitada.
-¿Cómo fue debutar en Primera tan joven?
-Tenía apenas 15 años y 4 meses. Recibí la noticia con una alegría enorme, pero no se si estaba tan sorprendido. Giunta me había subido a Primera y me aconsejó de una manera tan buena que no le di importancia a la edad. Eso y haberme recomendado a Boca, son cosas que le voy a agradecer de por vida, igualmente, el día del debut estaba bastante nervioso, eh. Mucha gente no lo sabe, pero en la B Metropolitana es muy difícil jugar. Se pega mucho, se juegan la vida; y no están las cámaras de la televisión para protegerte.
Y asi fue, Pablo no miente. Aquel 13 de junio de 2003, Mouche reemplazaba a Pablo Rojas, no le ponía luz de giro a sus gambetas y el rigor y la bravuconada firmaban planilla como Di Martino, el 2 de Talleres de Remedios de Escalada. “Uh, cuando vio que la pisaba, me dijo ‘Pendejo, la c… de tu madre, no te pases de vivo que te rompo todo’. Yo no me reía. No se si de nervios o de qué. No habían pasado ni cinco minutos desde que había debutado ¿Si me pegó? ¡Qué no! Todavía me duele, je, pero son experiencias que te sirven para cuando jugás en un nivel superior”, advierte.
Paralelamente el crecimiento en el pincha, el estudio se transformaba en un stopper, insuperable que le cobró a futuro cinco materias, pero le dejó un guiño del destino. Casualidades o no, el último abrazo de Pablo con los libros fue en el turno noche de una escuela de Caseros ¿Cuál? La 12…

VOLVER A EMPEZAR
Mouche tenía rendimiento de titular, pero la falta de abriles obligaba a Giunta a hacerlo ingresar recién cuando los rivales tenían los tobillos erosionados por los quiebres de cintura de Ezequiel Lavezzi. Asi, en puchitos de tiempo, como un tercer delantero cuando el resultado en contra lo convocaba, o como cuarto volante si había que ponerle candado a la victoria, Pablo fue conquistando miradas top: Boca y Hugo Tocalli, el entrenador principal de las selecciones juveniles.
Sin embargo, las presuntas alegrías encerraban aprendizajes que Mouche se había salteado. Hacer inferiores luego de debutar en Primera; algo asi como aprender a correr antes de saber caminar.
“Lo tomé bien, porque sabía que llegaba al club más grande. Obviamente, tuve que pagar derecho de piso, hacerme de nuevos amigos. Además, ganarme un puesto no fue nada fácil, porque había chicos que ya tenían un nombre en Reserva y pintaban para grandes cosas, como Boselli, Trejo o Mondaini. Afortunadamente Alves, el DT, me fue dando confianza y, a los seis meses, con 17 años, ua estaba haciendo mi primera pretemporada con el plantel profesional”, detalla.
Asi como sufrió por la clásica “rapada” por culpa de Palermo e Ibarra; o cuando el Chelo Delgado jugaba a dejarlo afuera de la habitación por llegar tarde, a Pablo se le inunda de sonrisas el rostro al momento de recordad su avanti premiere; 45 minutos (los del segundo tiempo), con Salta como escenario, Racing como rival y Alfio Basile encargado de la puesta en escena.
“El Coco es un fenómeno, otra palabra no hay. Quizás no charlaba mucho con los jugadores pero te transmitía algo: ganar. Era confianza pura; salías a la cancha creyéndote que eras el mejor”, sintetiza.
Ofreciendo varios años de ventaja, el zurdo creció junto a la camada que ganó el mundial sub 20 en Holanda 2005, desde los botines de Messi. Sin embargo, sabía que su cita de gala con la celeste y blanca estaba reservada para Canadá 2007; trabajó para eso. Pablo fue un baluarte de la clasificación para el mundial de la categoría y para los Juegos Olímpicos 08. una actuación digna de póster ante Venezuela (3 goles), lo tatuó a la titularidad hasta el final del certamen. Pero…
“Cuando terminó el Sudamericano, Hugo Tocalli, con quien tengo una relación increíble, me sugirió que agarrara continuidad para llegar bien al Mundial. En mi posición, había mucha competencia; estaban el Kun, Piatti y Mauro Zárate, que es un gran amigo. Y, en Boca, era muy difícil jugar seguido”, ilustra el hermano de Fernando que está a prueba en Almirante Brwon.
Miguel Ángel Russo entendió su posición. La noticia se hizo pública y el chaparrón de ofertas lo ganó Arsenal. El entonces DT del Viaducto, Gustavo Alfaro, había comentado el Sudamericano para un medio colombiano; y Mouche estaba subrayado en su lista de deseos.
El “verdadero” debut de Pablo en la elite fue en Mataderos, con la camiseta del Arse y convirtiendo su primer gol en Primera, nada menos que al Mono Navarro Montoya. “Caí en el micro, cuando mis compañeros me chicaneaban con eso. Tengo recuerdos muy lindos de Arsenal, desde la sabiduría de Alfaro, a quien le estoy muy agradecido, hasta la amistad que forjé con el Papu Gómez o lo que me hacía matar de risa Cristian Castillo”, destaca.
Sin embargo, cuando Mouche encaraba y trituraba rivales como un pacman, y dejaba de ser chamuyo para convertirse en realidad, se rompió los ligamentos cruzados en una práctica. La lesión arrojó un diagnóstico impiadoso: entre 6 y 7 meses de recuperación. Quedaban solo 60 días para Canadá 2007. Pablo se perdía el Mundial con el que tanto había soñado.
“La etaba de la lesión me la manqué con mi familia y amigos como Agustín. También fueron muy importantes mi representante, José Luis, que es otro papá para mi; mi tio y los llamados de la gente de la Selección, de los utileros y los médicos de Boca o de compañeros como Krupoviesa”.

LA CONSOLIDACIÓN
Luego de una escala en el país del ¿qué será de la vida de…? Mouche volvió a explotar en el Apertura 08, con goles, participaciones claves, y una versión de juego mucho más completa: de aquel wing que enviaba centros como un corresponsal en la frontera, a un delantero que surfea todo el frente de ataque, especialista en diagonales y en ganar espaldas rivales. Por si faltaba algo, la rompió en el verano, especialmente contra River.
“La llegada de Ischia fue muy importante; nos dio mucha confianza. Eso, sumado al respaldo que nos daban los grandes del plantel, como Palermo, Battaglia o Ibarra, vale doble. Después depende del nivel y de la personalidad de cada uno”, pondera.
-¿Cómo preparás la mente, sabiendo que las oportunidades son escasas?
-Es complicado. No solamente por la jerarquía de los jugadores, sino porque gente como Palermo y Palacio ganaron muchos títulos; y eso también cuenta. Lo principal es darse cuenta de que, cada oportunidad, hay que aprovecharla como si fuera la última.
-¿Qué pasa si esta frecuencia de juego se mantiene mucho tiempo más?
-Y… si a los 23 estoy igual, no sé. No descartaría otro préstamo a algún equipo de la Argentina, porque aca te ve todo el mundo y se abren muchas puertas; hasta para volver a Boca. La carrera es corta y nunca sabés lo que puede ocurrirte. En Arsenal, pasé de mi mejor momento a estar siete meses parado, asi que…
-Antes del arranque del torneo, llegaron varias ofertas, ¿qué importancia les diste?
-Hubo sondeos de España y algo concreto de Grecia. Las escuché, porque el futuro de la familia es algo muy importante. Igualmente, para poner un ejemplo: si me ofrecen 10 de Rusia y 5 de España, me voy a España. Lo que a mi me mueve es jugar al fútbol.
-Si te dieran a elegir un deseo futbolero, sin límites y egoísta, ¿cuál sería?
-Triunfar en Boca, porque si vos triunfás aca, después triunfás en cualquier lado.

Pablo Mouche, con acento francés. Y mucho más.


EL Heredero del Guille

PABLO TIENE un espejo futbolero, una referencia a la hora de la gambeta y la picardía: Guillermo Barros Schelotto. Cuando mouche se lesionó en Arsenal, el ídolo fue uno de los primeros en llamarlo. Luego, la relación fue creciendo. Hoy, el zurdo no es solamente un alumno avanzado, sino el guardián del tesoro más preciado del Mellizo: la emblemática camiseta Nº 7.
“La historia fue asi”, arremete Pablo, y pone la quinta: “Eran los últimos días antes de recuperarme de a lesión, y el kinesiólogo estaba hablando por teléfono con Guille. Le pedí que me pasara con él y, pregunta va, pregunta viene, le dije: ¿Te puedo pedir una cosa, puedo usar la 7? Y él me respondió. “¿Pero la vas a defender o no?” “más vale”, le contesté. Después, me dijo que confiaba en mí, que la usara tranquilo. Durante las vacaciones, estuve en su casa y me felicitó. “Viste que no te defraudé”, lo chicaneaba. Fue algo inolvidable. Un sueño cumplido.

Algo Personal

NOMBRE COMPLETO: Pablo Nicolás Mouche
FECHA Y LUGAR DE NACIMIENTO: 11 de octubre de 1987, en San Martín, Pcia. de Buenos Aires.
TRAYECTORIA: Estudiantes de Caseros (2003-05, B Metropolitana), Boca (2005-06), Arsenal (2007), Boca (2007-2008).
TITULOS: Apertura 2008, con Boca






"El Gráfico" - marzo 2009. Nota: Matías Muzio. Fotos: Jorge Dominelli.

martes, 3 de marzo de 2009

Acá tenés a tu Guillermo...

Mouche, admirador del Mellizo, le dio la asistencia a Palermo.
Si le hago hacer un gol a Palermo me vuelvo loco".El lo sentía. Si se lo anticipó a Olé en la previa. Fue un centro rasante, sí, después de una gambeta, claro, cuando la aparición goleadora del Titán hizo delirar a la Bombonera. Y todo, o casi (también participó Nico Gaitán) gracias a él. Pablo Mouche, al fin y al cabo, cumplió su sueño: le dio una asistencia a Martín Palermo. Movedizo, inquieto, eléctrico, Mouche lo buscó permanentemente a su compañero de ataque. A su manera, claro, luego de una y mil gambetas. Por eso, el primer centro interesante que le envió fue recién a los 30 minutos del PT. Y 13' más tarde, le puso otra bocha en la cabeza, que terminó en una atajada de Monzón. Y a pesar de que en algunas jugadas pecó de individualista, mostró, en un momento clave, su mejor versión. Sí, acá tenés a tu Guillermo, Martín.

"Si le hago meter un gol a Palermo me vuelvo loco"

Heredero del Melli, el nuevo 7 dice que "es un sueño jugar con Martín", con quien armará dupla titular por primera vez, y ya prepara los centros.

Siempre quiso ser él. Con esa misma siete en la espalda, con esa habilidad para desbordar siempre, con ese centro justo al goleador. Pablo Mouche, en definitiva, siempre quiso ser lo que será mañana: el Guillermo de Palermo. Porque ante Huracán la siete y la nueve volverán a encontrarse en un partido, reeditarán aquella exitosa fórmula, tendrán otra vez deseos compartidos. Aunque para uno será más especial que para el otro. "Para mí es una gran emoción jugar con Martín. Es un sueño maravilloso que estoy por cumplir. No veo la hora de que llegue ese momento", dice el hombre que heredó la camiseta del mellizo. Y que, como el viejo ídolo, también comparte un feeling especial con el Loco. Se nota en las prácticas, cuando a veces se felicitan en el propio campo de juego. Y también en la convivencia fuera del club.-¿Qué pasaría si de un pase tuyo llega el gol de Martín en su vuelta como titular?-Es lo que sueño. Si pasa eso, si se da, creo que me vuelvo loco de la alegría. Pero juegue quien juegue, lo más importante es que Boca gane. Que juegue bien y gane.-Tu función, igual, será abastecer a Palermo.-Lógico, eso voy a intentar. Porque él vive del centro, del gol. Por eso espero que las cosas me salgan esta vez mejor que nunca pero para él, para que Martín se sienta cómodo conmigo. Si lo logro, estaré satisfecho.-¿Qué admirás del Loco?-Su actitud, sus ganas, el no bajar jamás los brazos, la forma en que siempre va al frente, su capacidad goleadora... Martín está siempre a la expectativa para perforar el arco rival.-¿Cómo estás viviendo este momento de tu carrera?-Muy contento. Feliz por integrar el plantel más importante del país y por las posibilidades que me están brindando. Creo que arranqué un 2009 muy bueno, en el sentido de que el cuerpo técnico me dio confianza para jugar.-¿Y ahora qué sigue?-Tratar de aprovechar al máximo cada oportunidad que se presenta. Hay partidos en los que las cosas salen bien, en otros no tanto. Pero cuando juego no me guardo nada y busco encarar siempre para aportarle cosas al equipo. Hoy tengo la ilusión de seguir creciendo. A eso le apunto.-¿Cuánto te marcó lo que hiciste en el verano? La gente empezó a confiar más en vos a partir de tus buenas actuaciones...-Yo noto el cariño de la gente. Te aseguro que es hermoso el apoyo del hincha de Boca. Para ellos no tengo más que agradecimiento. Ya en el semestre anterior, cuando salimos campeones, tuve oportunidades de jugar y el cariño con que me trataron me hizo sentir muy cómodo.Después de un momento en el que lo desesperaba no tener oportunidades, Mouche parece más tranquilo y maduro. Sobre todo, para contener los impulsos de todo chico que busca continuidad. Su explosión en el verano, incluso, hace que hoy espere las chances de otra manera... ¿Cómo manejás la ansiedad, sobre todo cuando no te toca jugar?-Está más que claro que todo jugador quiere jugar siempre. Pero yo no tengo nada que reprocharle a Carlos. Es más: soy muy respetuoso de sus decisiones.-¿Y cómo es tu relación con Ischia?-Permanentemente habla conmigo, me da consejos, me está tranquilizando para que espere de la mejor manera mi oportunidad.-Encima, en Boca hay muchos delanteros...-Sí, claro, en Boca hay muchos jugadores, varios delanteros peleando por un puesto, y está muy bien que el técnico vaya rotando. Un día juega Rodrigo, otro Tito Noir y así sucesivamente. Aparte no podemos perder de vista que tenemos muchísimos partidos por delante, entre el torneo y la Copa. Hay que ser paciente. Y yo eso hoy lo tengo bastante claro.

Es El Tiempo De Demostrar


Desde que apareció en Boca, a Pablo Mouche se lo comparó con Guillermo Barros Schelotto. No es un capricho: comparten desde el temperamento hasta esa extraña habilidad para desbordar con las dos piernas, pasando por el número de la camiseta. Por características, el nuevo 7 es, en la idea previa, el compañero que mejor le cae a Palermo en tanto es el más wing. Pero hasta ahora nunca compartieron cancha de entrada y va llegando la hora de demostrarlo.La realidad marca que, más allá de los excelentes resultados, Palacio y Palermo no son exactamente una dupla. Y cuando lo son, es el Loco el que más juega para su socio y no al revés. Rodrigo, como Noir, es un punta veloz pero que no necesariamente gana el fondo para tirar un centro. En cambio, vive al límite del offside esperando un pelotazo, una pivoteada o un pase en cortada para meter la diagonal.Mouche también tiene vida propia dentro del área y más de una vez se le ha criticado su individualismo. Pero tiene esa capacidad cada vez más rara de ganar el fondo por los dos lados y muchas noches habrá soñado con tirarle centros de gol al 9. Mañana, él estará esperándolos, puntual, en el medio del área.